Las magníficas escorts de Recoleta que hoy conocemos tienen un remoto antecedente. Eran hermosas mujeres que, allá por el siglo XIX, llegaban a Buenos Aires cuando ya dejaba de ser “la gran aldea”. Porque comenzaba a perfilarse como una gran ciudad. Desde su fundación, “la reina del Plata” había sido un lugar proclive a la prostitución.
Desde principios del siglo XIX, y con el crecimiento vertiginoso de la metrópolis, se acentuó la “trata de blancas”, como se la llamaba. Era el proxenetismo ejercido sobre mujeres blancas de origen europeo, llevadas a Buenos Aires a sabiendas de lo que iban a hacer, o con engaños. Además, la ciudad era un centro de irradiación de prostitutas que llegaban a este puerto y luego seguían hacia otros rumbos.
También había refinadas mujeres acostumbradas al roce con los altos niveles de la sociedad, no sin un camino recorrido en las cortes europeas, que quisieron establecerse en la floreciente capital del sur. A medida que avanzaba el siglo, también lo hacía la prosperidad argentina, y Buenos Aires fue sofisticando sus demandas en todos los aspectos. También en cuanto al sexo de alquiler.
Reglamentarismo y ordenación
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad tenía palacios espectaculares. Algunos albergaban hermosas mujeres dedicadas al placer. Cuanto más “europeo” fuera todo, tanto mejor. Esa parecía ser la consigna no escrita. La clase alta, motor de ese deslumbrante progreso, miraba más a Europa que al interior del país, que solo le parecía útil para extraerle riquezas. Y las clases menos favorecidas también suspiraban por todo lo que viniera del otro lado del océano atlántico.
Según un censo de 1869, había en Buenos Aires unas 185 mujeres autodefinidas como “prostitutas”. Y 47 proxenetas para los que trabajaban. Seguramente el número sería mayor, porque muchos y muchas se habrían negado a declarar o alegarían ejercer otros oficios. También se detectaron 49 establecimientos dedicados a este comercio.
Alrededor de 1870, la municipalidad trata de abordar el tema de la prostitución, dándole un marco administrativo y cierta legalidad a lo que, hasta ese momento, se venía manejando oscuramente. En 1875 se dicta una ordenanza sobre prostitución. Si bien no resolvía los problemas (sobre todo sanitarios) de esta práctica, intentaba poner cierto orden. Por ejemplo, imponía una inspección médica a las mujeres. Esto corría por cuenta de los regentes de cada casa, quienes debían contratar a un médico para tal fin.
Un lugar digno de las magníficas escorts de Recoleta
En esos años, se estaba reconociendo el comercio carnal como una realidad inevitable, pero medianamente controlable. Se destacó el establecimiento ubicado en la Avenida Corrientes al 509 (hoy 1283) entre Libertad y Talcahuano.
Tuvo un comienzo de escándalos y trifulcas, con vecinos espantados y episodios policiales. Pero llegó a ser un símbolo de lujo, habitado por las mejores “proto escorts” de la ciudad, casi todas europeas o que lo parecían. Era una extensa casa con tres patios y once habitaciones. Se ubicaba en un terreno con 9 metros de frente por 68 de fondo. La regente era Ana Snot y concurría todos los días para vigilar sus negocios. Junto a sus socios Carlos y Janet, vivían en una casa de altos en Cerrito 224.
A fines del siglo, un comisario retirado publica el libro “Buenos Aires, la ribera y los prostíbulos en 1880”. Allí califica a este lupanar como… “Famoso por el lujo y concurrencia de muchachos de la burguesía. Igual que otros, ocupaban casas lujosísimas donde se veían los pisos con riquísimas alfombras de colores de buen gusto. Tenía elegantísimas cenefas de buen brocado azul, rojo o purpurino. En resumen, un buen confort. Piano, buenas habitaciones, y todo lo necesario para recibir gente de dinero, que las hay en ciudades como Buenos Aires“.
En esos años, ya podía preverse que llegarían estos días, los de las magníficas escorts de Recoleta que hoy conocemos.